Pueden ser considerados un colectivo social alternativo a los conocidos, unidos por lazos musicales o deportivos; o un grupo de delirantes que no tienen nada mejor que hacer, lo cierto es que se reúnen durante todo el año en el distintos lugares... sólo por encontrarse, y Diamante es la cita más grande de Latinoamérica.
Éste no es el único encuentro a nivel nacional de motoqueros, pero desde hace años tiene el mote de ser el de mayor convocatoria. En esta ocasión se celebró el XXII. Los motoqueros tienen allí su espacio natural de encuentro.
Se juntan miles de motos de todo el país y Latinoamérica, con espectáculos de destreza al volante o al no volante, muestras de algunos nuevos productos, pruebas y desafíos y la caravana de 17km. Es también el lugar para reafirmar la solidaridad entre ellos, van familias enteras que comparten la pasión. Este último encuentro de Diamante cerró con Catupecu Machu en un recital en vivo.
El encuentra empieza por los custom, es el grupo más antiguo y tiene origen en Norteamérica. Ordenados en cuanto a gusto por tipo de moto se pueden conocer tres grandes fanatismos:
- Pisteros: Fanáticos de la velocidad, deliran por las carreras de motos de alta cilindrada, muchos siguen al 46, enigmático número de Valentino Rossi, joven corredor que despierta admiración. Dentro de las diferentes tribus se pueden encontrar los que gustan de las picadas y preparan sus motos con el fin de participar en ellas o al menos disfrutar del espectáculo. No hay filtro de cilindrada, bien pueden llegar con un 1100 cc o con una clásica Zanella, el tema es bajar segundos.
- Custom: Largos viajes. Los de las choperas, grandes motos al estilo Harley Davidson, a ellos la ruta los llama con especial atención. En general, se los ve formando parte de algún club y no tienen límite de edad. Fueron los precursores del movimiento en EE.UU. y tomaban esas grandes motos como a su propio espíritu. Las primeras que manejaban eran motos de la 2º guerra, después vinieron las hoy conocidas choperas.
- Enduro: Saltos, terrenos agrestes y mucha tierra. Los fanáticos de las enduro, proliferan en todos lados. Las principales características es que son motos de buen porte (desde 125cc hasta 600 cc) en dos tiempos. Son picantes, rápidas y un poco más baratas que las motos pisteras. Ellos no tienen lugares donde practicar saltos extremos en la ciudad, de igual modo las usan en picadas.
Nosotros le seguimos la pista a un grupo que no se enmarca desde las categorías clásicas, sino que recorre partes de las tres. Es en general de esa forma, se tiene una moto y un gusto por ella, después uno se junta y comparte quizás hasta con un cuatriciclo, cosa no muy bien vista aún hoy.
El grupo en cuestión tiene como espacio de encuentro el taller Cóndor Bikes. Allí, en una cortada muy estrecha de una barriada populosa del sur rosarino, se suma un taller de mecánica de motos y otro de pintura –también de autos en este caso-. Cada uno aprendió el oficio de pibe, laburando con otros unos años más grandes. Las puertas están abiertas a lo grande y nunca causan problemas a ningún vecino, salvo cuando deben probar algún motor. En ese mismo espacio es donde se hace el asado previo a la picada, donde se tiran la data de un laburo –muchos son cadetes-, donde la sufren por un amigo muerto. El taller termina resignificando la trama social, logrando que la integración no sea tanto porque todos son fierreros sino porque a todos les “toca” la moto “el Cóndor”, y encima la toca junto al dueño, acompañando a cada paso poner unos segundos de distensión y explicación “para la próxima, así lo haces vos...”.
En Rosario, quienes disfrutan de la moto se reúnen, por lo general, en las picadas. Hay dos lugares: Lagos al 6900 y el autódromo municipal donde se concentra el público. Este último es “más legal”, allí tienen asfalto y seguridad; el otro tiene pista de tierra y no demasiada infraestructura. En el verano, por lo corriente los viernes a la noche ambos lugares se llenan. En invierno el día pasa a ser el domingo por la tarde.
Dice un motoquero pasional sobre los tipos de motos: “Con el pistero en la ciudad te cagás de angustia, lo careteas pero no podes picar. En cambio con el enduro podes saltar cordones, además, igual picas.”
Ser fanático y estar aislado no son términos que se conjuguen. Sí o sí el espacio de encuentro común define a su amor por las dos ruedas, de allí que su pasión no sea solo un gusto individualista por juguetes caros, tiene un trasfondo más rico que eso.
De las experiencias que podemos conocer, en general, el espacio de encuentro parte del taller del barrio. Allí es donde convergen los que preparan los fierros, los que las tocan o sólo pintan, y los que dan una mano. En cada barrio rosarino hay un taller, por lo común lleno de pibes jóvenes, que se juntan para ir a los encuentros o las picadas, incluso ellos pueden organizarlas.
Sigue nuestro motoquero “Mayormente si te gustan las motos, no te gustan los autos”. Generalmente, nos dice Marcos E, uno de los que lleva la moto a todos lados. “Corren la última carrera de motos y se van el 85 o 90% de los que fueron a ver motos”, refiriéndose a las picadas y la relación entre amantes de fierros de 2 y 4 ruedas.
“Dos por tres se arman desafíos...Todas las motos tienen un preparador, se cruzan en el circuito y se prueban entre los guachines y se arman los desafíos... Es raro que se calienten si no se arma un desafió”.
No es común que un amante del tipo que venimos describiendo tenga varias motos. ¿Por qué? La respuesta es simple y matemática en muchos casos: ¿para que tener dos a medio punto si podes tener una al palo?. “Nunca terminas de mejorarla, siempre se le puede hacer algo” dice Marcos E.
”La mayoría de las motos grandes no están tocadas, pocos se animan a meterle mano porque son muy caras. Las tenés que llevar a Bs. As.” Las grandes son las pisteras, motos de gran cilindrada, en especial japonesas, italianas y alemanas. Las que proliferan en el ambiente son las asiáticas aunque todos deliran por una Ducati, una de las marcas que usó Valentino.
Para los que tienen las enduro, algo más baratas y aguantadoras, en el sur de la provincia de Santa Fe hay un lugar en Carcaraña. Los que no y quieren competir terminan por hacer algunas correcciones al aspecto y uso de la moto: “le bajan bien el orquillon de atrás, la bajan bien de adelante para que pueda participar como un pistero”. La razón de esto es bajar el centro de gravedad. Algunos lo hacen manualmente antes de la carrera, atando con sogas los orquillones a la pedalera del acompañante.
Marcos E. cuenta la anécdota de una nenita de 9 o 10 años que corría con una zanella y hacia unos tiempazos... incluso les ganaba a las motos de mayor cilindrada. A esa nena le preparaba la moto el padre. Nunca sufrió un accidente pero llegaba a recorrer los 250 metros de la pista de tierra en 11.5 segundos. Eso también genera la pasión por el fierro, no ver el riesgo.
Para datos sobre las picadas podemos decir que las categorías son: 14.5 la más lenta en 250 metros. De ahí a 13.5 seg, 12.5 seg, 11.5 seg, 10.5 seg, 9 seg, y libre. Ya en 9 segundos corren los 600 cc; ni hablar en libre donde los bichos son grandes en serio. En materia de premios no hay mucho que esperar: $100 y $50 en la libre para primer y segundo puesto, el resto paga $1 por cada carrera y $8 por entrar a ver sin que ganen nada en las demás categorías.
Nada los apasiona más que sus fierros y el asfalto, viajes en las motos a través de centenares de kilómetros de ser posible, los motiva aún más. Ésta es la primer parte de un poco de atención puesta sobre el grupo del taller de Condor Bikes. Un grupo que construye lazos desde su pasión por las motos y tal vez -y es el propósito de esta nota poner la mirada en ello- son grupos urbanos que exponen algo de lo que nuestra sociedad es. Sus motos son extensiones del ser, su vida es veloz e insegura... las "tocan" con el oculto deseo de tocar en ellos lo que no corresponde, lo que sobra, lo que falta. Quizás, solo quizás, sus extremidades sean ruedas y pistones concretos y modificables.
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